Manual para dejar de obedecerme

Manual para dejar de obedecerme

Spoiler alert

Esta es una versión poco pulida, poco corregida y con poco sentido de mi diario. Buscando que sea todo menos perfecta.
Ojalá resuenes con algo de lo que hay aquí: una frase, una palabra o una idea.
Esta es la verborrea que sale de mi diario y solo es la muestra de que no todas las páginas empiezan con un “querido diario”.

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¿Cuántos DEBOS cargo sin que nadie me los pida?

Hace un tiempo bajé la guardia respecto a cuestionarme a mí misma, a bajarle tres rayitas a mi sentido de autocrítica. Estaba cansada, drenada por sentirme infinitamente incompleta. Todo en función de los demás, buscando ser una mejor persona para el mundo, sosteniendo la imagen perfecta que había creado de mí. Cerraba un tema interno y de inmediato sentía el escozor de la siguiente herida por sanar.

Y esa cura no solo eran bálsamos de auto ternura. Era como si pretendiera curarme de una enfermedad inexistente, autodiagnosticada: la de sentirme insuficiente. Y luego ser muy dura conmigo misma por creerlo así.

Un bucle eterno: sanar hasta encontrar la raíz. Lo romantizado de sanar, disfrazando la búsqueda de perfección y control.

Será que por eso estudié derecho, porque pensé que ahí estaba la clave: aprender a leer reglas, a dominarlas, a usarlas, la justicia.

Pero justo por eso no ejercí: porque un día entendí que mi verdadera especialidad era inventarme leyes propias, manuales invisibles que solo yo exigía cumplir. Y me cansé.

Bajé la guardia a propósito para rebelarme contra mí. Para probarme desde otro lugar: el goce sin hiperrazonamiento, lo humano, lo salvaje, lo antiholístico.

Los placeres efímeros del materialismo, del capitalismo, de la Coca Cola y las tendencias. Una especie de control de mi propia vida a través del descontrol de mi moral.

Buscarme en lo que había juzgado en otrxs por básico, egoísta o ambicioso. Romper la imagen que me creé de mí misma para sentirme completa y soberbia por ser “mejor”.

A veces pienso que mi verdadero talento es ser camaleónica: sigo instrucciones, cumplo manuales, y cuando no los hay, finjo que existen o simplemente hago trampa.

Siempre leo las etiquetas de los productos, los T&C, los letreros de estacionamiento, las reglas de operación… para que no haya error. Nadie espera esta obediencia fervorosa más que yo. Siempre lo correcto.

Rebelarme contra mis máscaras. ¿Pero desde la ternura?
¿Puedo ser ambiciosa, feroz y tierna al mismo tiempo?

Me cuesta convivir con quienes rompen las reglas sin pensarlo. Me incomoda, pero al mismo tiempo los admiro en secreto. Me muerdo la lengua.

Por eso me refugio en trampas pequeñas: búsquedas clandestinas en ChatGPT, respuestas improvisadas, escapes silenciosos.

Soy discretamente incorrecta. Silenciosamente rebelde.

Y entonces me pregunto:
 ¿es el sistema, o solo un rasgo de mi personalidad?
¿Lo compartimos otras mujeres?

Mi naturaleza es tierra: estable, perfeccionista, siempre identificando fallas. Pero también me entristece ver con claridad los problemas y saber que no puedo resolverlos, porque son estructurales, porque no dependen de mí.

Siempre calculando.
Siempre al borde entre lanzarme o detenerme.

Y a veces, simplemente, ruego por tener el valor para rendirme. Suena contradictorio, pero toma mucho valor confiar y dejarse ir. Y toma aún más ser una misma sin sentir el miedo a incomodar.

Quizá mi acto más peligroso sería no obedecerme.
Dejar de pensar tanto.
Dejar, por una vez, de leer las instrucciones.

Ale

Foto: Ruth de León

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1 comentario

Me llegó. Describe perfectamente el momento por el que he estado atravesando durante ya algún tiempo.
Cuesta trabajo soltar el control y más, como bien menciona el texto, disfrazado de querer sanar desde la raíz. Porque quiero entender absolutamente todo para que deje de pasar, para que no me pase lo que le pasó a alguien más y ahí es cuando me he dado cuenta que voy directito a acabar como ese alguien más. Es fuerte darte cuenta de eso

Nicté Ricalde

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